El Retorno del Rey (del polvo)

En Paris todo volvió a la normalidad. Como si hace doce meses se hubiese producido un golpe de estado, el reinado de Rafael Nadal en tierras francesas se halló interrumpido por el golpista Roger Federer, el cual entró a la historia grande del tenis al conseguir el único trofeo de Grand Slam que hasta ese momento le era esquivo. Sin embargo, el orden lógico volvió este domingo cuando el Rafa se consagró penta campeón de Roland Garros, luego de vencer en la final al sueco Robin Soderling por 6-4, 6-2 y 6-4.
Párrafo aparte se merece el finalista, que por segundo año consecutivo cae en el partido definitivo, no obstante sus quincenas parisinas en ambos años quedaran marcadas en la historia tanto por haberle allanado el camino a Federer en 2009 hacia la conquista de su primer Abierto de Paris, como para entregarle el número 1 del ranking a Nadal en 2009 venciendo al español primero y al suizo al año siguiente.
Gran felicidad significó para Rafa esta nueva/vieja conquista, sin embargo, este título fue solo el 50% del botín que se adjudicó en Francia; la otra mitad de la gloria se plasmó en su retorno a la cima del ranking mundial, lugar que ostentará por varias semanas siempre y cuando ningún hecho extraordinario suceda.
Ahora bien, las preguntas más comunes que surgen son: ¿Merece Nadal ser el número 1? La respuesta definitivamente es “sí”. ¿Y Federer? Sin lugar a dudas, él también lo merece. En los últimos años el tenis profesional se había acostumbrado a ser gobernado por una monarquía absoluta –interrumpida en un breve in pass-, sin embargo, hoy lo más justo sería una especie de coalición de gobierno entre los reyes del circuito. Otrora Sampras-Agassi, Mc Enroe-Borg o Connors-Lendl; la batalla Federer-Nadal es una épica contienda digna de dos titanes.
¿Qué le falta a Nadal para formar parte del selecto grupo de “Los más Grandes de la historia”? Casi nada, la conquista del US Open prácticamente lo pondría adentro.