En un partido aburrido, trabado, de mediocre nivel, era necesario que aparezca el mejor jugador del mundo para marcar la diferencia. Lionel Messi, con una gran jugada que lleva su sello, marcó la diferencia en el primer minuto del tiempo recuperado.Argentina y Brasil daban poco espectáculo en Qatar. Toda la inversión de los petro-dólares no daba frutos, salvo por las estrellas que pasearon en el entretiempo por el campo. Las llegadas habían sido brasileñas, un remate de Dani Alves que se estrelló en el travesaño, un taco de Ronaldinho que contuvo tranquilo Romero.
Poco por el lado argentino. Pastore y Messi ilusionaban con combinaciones en la mitad de la cancha pero que de tres cuartos en adelante no generaban situaciones de riesgo. Di María no le generó preocupaciones a Dani Alves en la izquierda ni volvía para marcarlo. En la derecha Banega siempre se veía superado en número. Zanetti pasó pocas veces la mitad de la cancha (muchas menos que Heinze) y cuando lo hizo fue con resultados negativos. Higuain estaba aislado encerrado por los defensores rivales. Lo único del combinado nacional fue un tiro de Messi que rozó el palo a los 38 minutos del segundo tiempo.
En el entretiempo un cambio realmente generó un cambio. Porque no fue una mera cuestión de nombres sino de formas de jugar. Un cambio mérito de la fortuna y no tanto del técnico, porque Higuaín no estaba en condiciones de jugar los 90 minutos y el único delantero suplente que estaba era Lavezzi. Con la entrada del Pocho, Messi pasó más al centro, el equipo tuvo otra dinámica y mejor coordinación entre los delanteros. Lo mejor llegó sobre el final, en tiempo recuperado, Banega recuperó la pelota en mitad de la cancha, Messi trianguló con Lavezzi y la Pulga encaró del centro a la izquierda para definir cruzado y razante. La pelota entró junto al palo haciendo inútil la estirada de Víctor.
Después de cinco años la Selección Mayor le ganó a Brasil. En un partido que dejó poco para el análisis, mucho en lo anímico y una pequeña ilusión de cara a la Copa América que se aproxima. De yapa, un golazo para el recuerdo.
Poco por el lado argentino. Pastore y Messi ilusionaban con combinaciones en la mitad de la cancha pero que de tres cuartos en adelante no generaban situaciones de riesgo. Di María no le generó preocupaciones a Dani Alves en la izquierda ni volvía para marcarlo. En la derecha Banega siempre se veía superado en número. Zanetti pasó pocas veces la mitad de la cancha (muchas menos que Heinze) y cuando lo hizo fue con resultados negativos. Higuain estaba aislado encerrado por los defensores rivales. Lo único del combinado nacional fue un tiro de Messi que rozó el palo a los 38 minutos del segundo tiempo.
En el entretiempo un cambio realmente generó un cambio. Porque no fue una mera cuestión de nombres sino de formas de jugar. Un cambio mérito de la fortuna y no tanto del técnico, porque Higuaín no estaba en condiciones de jugar los 90 minutos y el único delantero suplente que estaba era Lavezzi. Con la entrada del Pocho, Messi pasó más al centro, el equipo tuvo otra dinámica y mejor coordinación entre los delanteros. Lo mejor llegó sobre el final, en tiempo recuperado, Banega recuperó la pelota en mitad de la cancha, Messi trianguló con Lavezzi y la Pulga encaró del centro a la izquierda para definir cruzado y razante. La pelota entró junto al palo haciendo inútil la estirada de Víctor.
Después de cinco años la Selección Mayor le ganó a Brasil. En un partido que dejó poco para el análisis, mucho en lo anímico y una pequeña ilusión de cara a la Copa América que se aproxima. De yapa, un golazo para el recuerdo.
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