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viernes, 27 de agosto de 2010

Si el fútbol no puede…


Este fin de semana arrancarán los mundiales de los dos deportes más importantes a nivel nacional. ¿Fútbol? No, ese ya pasó y nuevamente fue un fracaso.
Estamos hablando del básquet y del hockey sobre césped femenino, dos de los deportes que más alegrías nos han dado en los últimos veinte años.
Para los argentinos, la pelota naranja empezará a saltar el sábado a las 15.30 en Kayseri, Turquía, frente a Alemania. La bocha, en tanto, comenzará a rodar el día después, a las 19.30 en Rosario, frente a Sudáfrica.
¿Por qué, a diferencia del fútbol, donde siempre tenemos a los mejores pero no lo demostramos en la cancha, el básquet y el hockey llegan a las instancias finales con más frecuencia?
Desde ya, el tema organizativo es fundamental, se sigue una línea y una coherencia que en el deporte de la número cinco no hay. Las estructuras son sólidas y los proyectos son a largo plazo, no sólo desde los mayores, sino desde los juveniles (basta con ver los resultados de las leoncitas en el último Juego Olímpico Juvenil).
Argentina fue el primer campeón de básquet en 1950 de local.
Pero no fue hasta 1984 cuando el gran León Najnudel creó la Liga Nacional y de a poco fueron apareciendo los Marcelo Milanesio, Diego Osella, Miguel Cortijo, Héctor “Pichi” Campana, Marcelo Nicola, entre otros, que empezaron a ser reconocidos mundialmente (de hecho Milanesio fue el que más asistencias dio en el Mundial de Canadá 94).
Luego llegó la magia del mejor de todos: Emanuel Ginóbili, ayudado por magníficos actores secundarios como Fabricio Oberto, Andrés Nocioni, Hugo Sconochini, Pepe Sánchez, Luis Scola, Alejandro Montecchia, entre otros, comandados por Rubén Magnano primero y por Sergio Hernández después.
La “generación dorada” logró lo que parecía imposible, vencer a un equipo de Estados Unidos integrado sólo por jugadores NBA (87-80), obviamente, los primeros en conseguirlo.
Luego vinieron la medalla de plata en el Mundial 2002 (final perdida polémicamente ante Yugoslavia), la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y la de bronce en Beijing 2008. Sin contar todos los logros sudamericanos y panamericanos.
Ahora sin su mejor jugador (Ginóbili) y sin su emblema (Nocioni) buscarán otra hazaña.
El Hockey femenino empezó con dos medallas plateadas en los mundiales de 1974 y 1976.
Aunque el rugir del deporte se empezó a dar a partir de la década del ´90.
Las Leonas empezaron a dar que hablar (cuando su apodo ni siquiera estaba en mente) en el juvenil de Terrassa 93, cuando jugadoras como Vanina Oneto, Ayelén Stepnik y Magdalena Aicega, entre otras, lograron el campeonato del Mundo juvenil.
Luego vino el subcampeonato en Dublín 1994, donde las juveniles se sumaron a jugadoras como Sofía MacKenzie, Anabel Gambero, Jorgelina Rimoldi, Gabriela Sánchez y Karina Masotta.
En 1997, asumió Sergio “Cachito” Vigil y logró una revolución. Fueron pasando las Gambero, Rimoldi, Masotta, MacKenzie, Onetto. Luego se sumaron las Aicega, Margalot, Rognoni, Antoniska, Aymar, García, hasta llegar a las Barrionuevo, Merino, Scarone, Sruoga, quien hoy, siguen levantando bien alto el orgullo del hockey argentino.
Pasaron las jugadoras, pasaron los técnicos (Vigil, Minadeo, Retegui) pero se siguieron logrando títulos. Desde el Mundial de Utrecht 1998 no bajan del cuarto lugar.
Un mundial ganado (Perth 2002), más un segundo puesto, y un tercer puesto.
Una medalla de plata y dos de bronce en los Juegos Olímpicos.
Cinco de oro, dos de plata y una de bronce (más 5 cuartos puestos) en Champions Trophy, donde son recientes bicampeones.
Todo de la mano de la mejor jugadora del mundo y, para muchos, la mejor de todos los tiempos: Luciana Aymar, con ella todo es posible.
Ahora es tiempo de demostrarlo en casa, en Rosario, la cuna de “Lucha”, quizás la presión puede jugarles en contra, pero sabemos que las garras de estas Leonas siempre están preparadas.
Organización, lucha, sacrificio, honestidad, unión, metas claras, son muchos de las palabras en común que tienen estos dos deportes. Ojala que en algún tiempo no muy lejano, el fútbol empiece a mirar para ese lado.
Por: Marcelo De Nicola

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