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martes, 31 de agosto de 2010

Y un día el Cañón no disparó más


Ayer, a los 100 años de edad, se fue Francisco “Pancho” Varallo. El Cañoncito, tal era su apodo, era el último sobreviviente del Mundial de 1930 disputado en Uruguay.
Nació en Los Hornos, La Plata, el 5 de febrero de 1910. Su primer club fue 12 de Octubre donde jugaba de 2. A los 18 años se probó en Estudiantes de La Plata y quedó, pero no siguió por que la familia y los directivos del club eran hinchas de Gimnasia (su gran amor).
Poco tiempo después se fue a la vereda de enfrente, pasó a jugar de insider derecho (una especie de 8) y también de delantero.
Debutó en la Tercera con dos goles, y su equipo ganó 9-1, a la semana comenzó en la Primera del Lobo.
Con el Tripero logró el Campeonato Argentino de 1929, y con sólo 20 años, fue convocado para disputar el primer Campeonato Mundial de la Historia: Uruguay 1930.
Jugó en el debut ante Francia (1-0), y convirtió uno de los goles en el 6 a 3 a México
.
Una lesión ante Chile le impidió estar en las semifinales ante Estados Unidos, pero pudo participar de la final, aunque no al 100 %, años después recordó “en el partido con Chile me lesionaron una rodilla y no jugué la semifinal, decidieron guardarme para la final. Yo estaba dolorido y no tendría que haber jugado, pero uno, en el afán de dar todo por la camiseta lo hizo. En el segundo tiempo pateé con alma y vida, resintiéndome la rodilla; quedamos con diez hombres, al rato se lastimó otro y después otro… ocho contra once era imposible, pero igualmente los uruguayos nos ganaron bien”.
Luego del Mundial, pasó a Boca, donde se iba a convertir en uno de los mejores goleadores de la historia. Con cómplices en el ataque como Roberto Cherro, y el paraguayo Delfín Benítez Cáceres iban a llevar a Boca a lograr sus primeros títulos en el profesionalismo (1931, 1934 y 1935). Tenía una potencia en los disparos que hacían incontenibles los remates para los arqueros, de ahí su apodo de Cañoncito.
Debutó ante Chacarita, y su primer gol se lo hizo a Ferro, en su tercer partido.
Ante River empezó el idilio con la gente
. En el primer Superclásico del profesionalismo, el Millonario ganaba 1 a 0, hubo penal para Boca y a partir de ahí el escándalo, en palabras del protagonista central “ese gol a River fue de penal. Nunca los pateaba. Lo hice de rebote y, como empujé al arquero, se armó un lío bárbaro y se suspendió el partido”. River, enojado con el fallo arbitral, decidió retirarse, y la AFA le dio el partido ganado a Boca por 1 a 0.
Unas fechas después iba a tener por primera vez enfrente al equipo del cuál es hincha: Gimnasia y no le tuvo piedad, Boca ganó 5 a 0, y él se despachó con cuatro goles.
La cantidad de goles que marcaba por campeonato demostraban su capacidad para definir: 27 goles en 24 partidos en su primer torneo. Luego su promedio no bajaba: 32 en 32 en 1932, 34 en 34 en 1933, año que fue máximo goleador de Argentina y de Sudamérica.
Poco a poco las lesiones fueron impidiéndole seguir jugando, y a los 29 años, tuvo que dejar la práctica activa del fútbol: “lloré como un chico” recordaba cada vez que le preguntaban por dicha lesión.
Por torneos oficiales marcó 180 goles. Mientras que fue el máximo goleador de Boca con 181 (o 194 para otros) hasta que un tal Martín Palermo lo superara en 2008, para que su leyenda vuelva nuevamente a un primer plano y las tapas de los diarios, lugar donde no se tendría que haber ido.
Hace tres años, mientras Palermo buscaba alcanzarlo llegó a declarar: “volvería a jugar para hacer algún golcito”. En estos momentos estará tirando paredes en el cielo con el Maradona de los años 30, Roberto Cherro (como dijo alguna vez Pancho), o quizás escuchando un tango de su amigo Carlos Gardel.
Lo que es seguro, es que ahora los arcos van a respirar un poco más aliviados. Ya las redes no se inflarán por sus furibundos zapatazos, que le darán paso al viejo baúl de los recuerdos y le dirán una vez más: Pancho, eternamente gracias!

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